En cierta ocasión le preguntaron a Antonio Lobo Antunes porqué escribía de forma tan constante y compulsiva, la respuesta del maestro fue taxativa: “pregúntele a un manzano porqué da manzanas”. En tiempos bien manieristas como los que vivimos, donde parecemos asistir a una especie de democratización de la creación cultural por obra y gracia de las redes sociales, donde cada quien pretende espetarnos su “aporte” creativo a golpe de “me gusta”, va siendo necesario emprender la batalla por las esencias. Leo en una vieja entrevista, como Manuel Suárez cierra el debate con una sola frase “No, no todos somos artistas”. Al fin algo de sinceridad, el rey debe, alguna vez, dejar de caminar desnudo. Uno es artista o no lo es, esto implica formación, trabajo, trayectoria y genio; en efecto, no todos pueden conjugar tanto vocablo, pues, a la postre, solo los manzanos pueden dar manzanas.
Hace ya varios lustros que Manuel Suárez ha tomado el camino de la introspección abstracta, articulando una serie sobre otra en su camino hacia la libertad absoluta. Pero ¿qué boutade es esta de la libertad en la creación pictórica? Hay quien querrá suponer que solo un trasunto de hacer lo que nos parece sobre un soporte no necesariamente alineado. Obviamente se trata casi de lo opuesto, no existe verdadera libertad sin la responsabilidad que conlleva su administración. Y ahí reside la gloria principal del artista, emprender en solitario el arduo camino de la introspección, del puro conocimiento, para luego aplicarlo con tanta sabiduría como mesura. ¿Quieren saber qué sentido tienen las series pictóricas para los artistas plásticos? Exactamente ese, la indagación permanente, una y otra vez, para ejercer una libertad intelectual que merezca ese nombre.
Algunos de nosotros hemos sido testigos privilegiados de esta evolución militante de Manuel Suarez. Aquí van algunos hitos: Blanco María (2010) supuso la desvinculación definitiva del autor del formalismo pictórico, aquellas variaciones sobre el medio tono de blanco, que tanto sugerían paisajes distópicos, planicies insoldables del alma, que todavía permanecen bien impresas en nuestras retinas. De substancia (2011) significó una intensa comunión con el arte povera, efectuada con una fuerza gestual solo al alcance de muy pocos. Los materiales detríticos, obtenidos de desechos de aquí y allá, combinados con resinas rechamantes y brochazos brutalistas nos enseñaron cuan cartesiano, cuan hijo de la razón puede ser un producto artístico aun utilizando la materia que cualquiera hubiese rechazado. Ahí residía el genio de aquellos constructos, que al final, parecían geometrías orgánicas admirablemente cercanas a la naturaleza. ¡Por favor no hagan esto en sus casas! (2013) es una serie que indaga en la anterior, revistiendo de cierto empaque internacionalista los presupuestos del arte matérico. Son obras que merecerían, para entendernos, su colocación en el hall de distribución de algún rascacielos de Nueva York, digamos el Seagram Building, 375 de Park Avenue, puestos a pedir y a fuer de ser exactos. Lienzos y tablas que deberían compartir formalmente espacio con Mark Rothko. Sin excusas (2014) fue un proyecto global que combina la última producción pictórica del autor con sesiones de fotografía y body-painting en las que la modelo Ana Lee aportó su visión del arte inmediato, su conocimiento exacto de la mas pura espontaneidad. La materia y el gesto se concitaban allí en manos de quien domina los elementos pictóricos, eso si, siempre con meditada intencionalidad. Sin Excusas ha sido, por tanto, obra global, redonda, multifactorial, un producto cultural de plena madurez. La serie El descuido es mío (2017) introduce decididamente la poética en todo lo anterior. Cuando se suda la técnica, no todo vale para disponer sobre un lienzo, los materiales arriesgados hay que saber cómo tratarlos, cómo hacerlos perdurar, cuando todo eso es propiedad del artista, los elementos se pueden intelectualizar, caminando en medio de la pura abstracción. Y ahí se encuentra hoy Manuel Suarez, desnudo ante el mundo, pergeñando los sueños que un día nos pertenecerán